martes, 17 de agosto de 2010
Salvada de una vida de adicción a las drogas y al ocultismo
Hoy queridos lectores le hablare sobre la adiccion un relato de la vida real y espero de corazon que si esta en ese mundo negro lo sepa dejar a tiempo :
Hola, me llamo Jessica, me gustaría contaros cómo Dios me dio una vida nueva.
Cuando era una niña creía en Dios, pero no entendía la Biblia. Por eso, traté de mantener mi fé asistiendo a una Iglesia Católica los domingos, usando cuentas de Rosario en casa y haciéndome acólito. Me di cuenta rápidamente de que todo esto no me acercaba más a Dios, así que a la edad de once años más o menos, di la espalda a esta religión y presté más atención a mis amigos. Nos encontrábamos cada día frente al edificio de la Iglesia para pasar el rato juntos.
Un día quisimos asistir a misa ya que una de mis amigas no había estado nunca, pero el cura vino a decirnos que si queríamos crear problemas deberíamos marcharnos. En ese momento supe que quería romper con el Cristianismo, al menos con la religión Católica que era completamente intolerante e hipócrita.
A la edad de doce o trece años mi vida consistía más y más en verme con mis amigos. En una fiesta que duró toda la noche en casa de un amigo, después de beber cerveza y champaña, me emborraché por primera vez y poco tiempo después sentí los efectos del hachís al consumirlo por primera vez. Con bastante rapidez, fumar hachís se convirtió en algo habitual. A diario quedaba con mis amigos para fumar. Nos encantaba todo lo que era extremo, empezamos a llevar solamente ropa negra y a escuchar música oscura como “Dead Can Dance”, “Goethes Revén”, “Current 93” y canciones como “God Is Dead” (Dios está muerto). Concentrábamos nuestros pensamientos y nuestras mentes en las enseñanzas de Aleister Crowley y nos aislábamos en un mundo en el que nuestros padres no tenían cabida.
Siguiendo el principio que Aleister Crowley enseñaba y que dice “Haz lo que tú quieras, será el todo de la ley” decidí vivir cada instante y hacer siempre lo que quería hacer en ese preciso momento.
Por entonces yo me sentía muy atraída por toda clase de prácticas místicas y ocultistas como: usar el péndulo, la tabla guija, cartas del tarot, etc., pero cuanto más me sumergía en ese mundo, más deprimida me sentía. A menudo me sentaba con mis amigos y nos infligíamos dolor haciéndonos cortes en forma de cruces en los brazos o apagando cigarrillos en nuestra piel. En algun momento mis padres descubrieron mis heridas y me prohibieron llevar ropa negra, lo que hizo que yo me la pusiera en secreto en cuanto salía de casa.
La relación con mis padres ya no era muy buena porque los excluía de mi vida y les mentía en muchos aspectos; en particular en lo que se refería a mis hábitos con las drogas, revelando sólo lo que no podía ocultar. Cuando se enteraron de que fumaba hachís fue para ellos como una bofetada en la mejilla pero se esforzaron en hablar conmigo. Debido a la desesperación de mis padres quise dejar de fumar, pero esta decisión no duró mucho ya que la vida sin drogas parecía bastante aburrida y monótona.
Continué viviendo una mentira y les dije a mis padres que no tomaría nunca nada más. Ellos me creyeron al principio ya que yo aún era capaz de continuar con mis estudios bastante bien, pero pronto descubrieron la verdad. Traté de dejarlo una vez más pero volví a caer y les mentí continuamente. Esto se repitió una y otra vez en los años venideros, excepto que las drogas cambiaron del hachís y alcohol a drogas duras.
A la edad de quince años tuve mi primer “viaje” con LSD, lo que me convenció de que había un mundo espiritual. Durante bastante tiempo pensé que las drogas eran mi religión y que ellas me mostrarían la verdad. Adoraba a Jim Morrison y me propuse “atravesar al otro lado”. Cuando uno de mis amigos empezó a tomar heroína, yo la probé un par de veces, pero prefería LSD y pastillas de éxtasis.
Cuando tenía diecisiete o dieciocho años iba con mis amigos a fiestas “rave”, (con música acid) donde bailábamos toda la noche hasta el dia siguiente. Me encantaba bailar y pasar a un estado de éxtasis y odiaba cuando, al mediodia, se encendían las luces, la música paraba y nos teníamos que marchar. A menudo, un gran vacío permanecía en mi interior en lugar del éxtasis. Para llenarlo otra vez y para sentirme “alerta” y con fuerza durante la semana, a menudo tomaba pastillas (éxtasis y anfetaminas) incluso fuera de los clubs (discotecas). Como efecto secundario empecé a tener ataques de pánico. Mis pensamientos estaban primordialmente ocupados por descubrir la “verdad” y por lo que otra gente pensaba, haciéndose cada vez más difícil para mí hablar de cosas cotidianas. Cuando estos ataques se hicieron más frecuentes y más desagradables, volví a tomar heroína pensando que, como había hecho antes, podría dejarla otra vez. Pero en esta ocasión la heroína me “ayudó” a volver a pensar en cosas normales. Me sentía estupendamente y me gustaba el hecho de que por fin podía hablar sobre asuntos corrientes y era capaz de hacer de todo normalmente.
Al principio fumaba heroína sólo los fines de semana, pero pronto lo hacía durante la semana también y eventualmente empecé a hacerlo a diario. Durante el primer año no necesitaba demasiada para sentirme bien y hasta los síntomas de abstinencia eran sólo algo parecido a tener una leve gripe, así que conseguí pasar mis examenes finales en el colegio sin grandes problemas.
Por entonces, aún estaba convencida de que yo controlaba y de que podía dejar de ser dependiente de la droga cuando yo quisiera. Después de los examenes finales me marché de casa de mis padres a un piso propio. Dejé a mis antiguos amigos porque sus inquietudes y preocupación me irritaban y yo quería estar con gente que tuviera los mismos intereses que yo: ¡heroína! Así que me relacionaba casi exclusivamente con heroinómanos. En algún momento durante ese tiempo me quedé embarazada. Estaba totalmente desesperada ya que el padre del bebé estaba en la cárcel por una pelea con arma blanca y decidí que, en definitiva, no podía tener el bebé. El aborto se realizó bajo anestesia general y cuando desperté lo único que sentí fue un gran y profundo vacío. Unos días más tarde empecé a tener frecuentes ataques de llanto y supe que mi vida no volvería a ser nunca igual. Hablé de ello con mis amigos y con un psicólogo. Todo el mundo me confirmaba que había tenido buenas razones para tomar esa decisión, pero el sentido de culpabilidad no me abandonaba. Desde ese momento me hice todavia más dependiente de las drogas que antes. Puse el límite que debería avisarme a tiempo para que parara de consumir más lejos que antes y además de todo eso, perdí la moralidad que todavía me quedaba.
Comencé a ir diariamente a un doctor que me daba metadona, una droga sustitutiva de la heroína, y que debía ser tomada bajo estricta supervisión médica. Pero no logré tomar únicamente metadona por mucho tiempo. En vez de eso, allí conocí más gente del mundo de la droga y después de recibir nuestra dosis de metadona, a menudo íbamos al camello más cercano para comprar heroína. Con el tiempo empecé a necesitar más y más cantidad de heroína para sentirme normal.
Aun así, me convencí a mí misma de que podía dejar de tomar drogas en cualquier momento si así lo deseaba. Y esto a pesar de que mi novio había muerto de una sobredosis de heroína. Por entonces el doctor me recetaba metadona para ayudarme a sentirme normal y por añadidura yo tomaba heroína para “colocarme”. Después de algún tiempo, unos cuantos médicos me echaron fuera porque más tarde o más temprano todos habían descubierto que aún seguía tomando heroína también.
Por primera vez fui a una clínica de desintoxicación. Una vez más, tuve que salir de ese sitio después de sólo tres días porque mis niveles de heroína no disminuyeron. Así que continué con mi doble vida. Para mantener la apariencia de una joven normal continué mis estudios para hacerme trabajadora social infantil, lo cuál hacía bastante bien mientras tuviera suficiente heroína. Era un círculo vicioso porque necesitaba las drogas para funcionar normalmente. La metadona que recibía del doctor no era la adecuada para eliminar el síndrome de abstinencia ya que continuaba tomando más heroína que metadona. Normalmente tomaba de 5 a 10 gramos de heroína diarios; esto añadido a la metadona. Me pasaba el día buscando y tomando heroína simplemente para funcionar. No quedaba ni tiempo para amistades. Por la mañana, a mediodia, por la tarde y por la noche yo sólo tenía un propósito: ¡HEROÍNA! Heroína era en lo primero que pensaba por la mañana y mi último pensamiento por la noche; a veces incluso mis sueños estaban poseídos por este ardiente deseo.
Después de un tiempo, traté de hacer otra cura de desintoxicación en una clínica. Como allí no podía dormir por las noches, fui al doctor y le pedí que me recetara pastillas para dormir. No quiso hacerlo y me dijo que seguramente había una buena razón por la cual no podía dormir y que debía dar gracias al Señor. Yo me sentí bastante enfadada ante su reacción y pensé que estaba loco. Seguía sin poder dormir y empecé a hablar a Dios en mi desesperación, pidiendo que me ayudara.
Finalmente fui dada de alta del hospital y “limpia de drogas”, pero la primera cosa que mi novio y yo hicimos fue comprar heroína. Estábamos demasiado “colocados” para conducir a casa. Esa noche tuvimos que pasarla en nuestro coche frente a la clínica. Por fin tuve que admitirme a mí misma que era una adicta. Cada día me costaba más mantener la buena imagen que quería aparentar. Al final perdí mi carnet de conducir y mi piso. Con grandes deudas tuve que volver a casa de mis padres. Les dije que no volvería a consumir nada nunca más. En aquel momento estaba cansada y muy débil. Mientras habia suficiente heroína me sentía bien pero cuando no tenía suficiente o no era de buena calidad, me daba cuenta de lo miserable que era sin esa sustancia, ni siquiera era capaz de caminar normalmente y cosas así. A menudo estaba acostada en mi cama llorando y pensando que necesitaba algo que pudiera ayudarme. Pero pensaba que una vida sin drogas no merecía la pena vivirse. Sin drogas yo sentía un profundo anhelo que parecía ser peor que mi adicción. A menudo pensaba: “Imagina si tuvieras todo el dinero del mundo y pudieras comprar todo lo que quisieras…”, pero no podía pensar en nada que pudiera hacerme feliz y que llenara aquel vacío dentro de mí. Decidí que sería mejor tener una vida corta con drogas que una larga vida sin ellas.
Después de llegar a esa conclusión sobre mi vida, un día conocí en la calle a un cristiano llamado Georg. Él, junto a otro hombre, me habló sobre Jesús y de cómo Dios había cambiado su vida completamente. Además, me explicó que yo era una enemiga de Dios, pero que Dios me perdonaría si me convertía a Él, era bautizada por inmersión y bautizada en el Espíritu Santo con evidencia de hablar en otras lenguas. Todo lo que hubiera hecho hasta entonces, hasta un crimen que hubiera cometido, sería como si no hubiera sucedido nunca. ISAIAS 1:18: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos: si fueren rojos como el carmesí, vendrán á ser como blanca lana”. Estas palabras me afectaron profundamente, porque dentro de mí sabía que, entre otras muchas cosas, era culpable de asesinato. Hasta ese día ninguna otra religión ni psicología había podido borrar mi sentimiento de culpabilidad. Entendí que si Dios realmente existía, sabía que yo había cometido muchos pecados y que mi vida estaba llena de mentiras. Finalmente Georg y yo intercambiamos los números de teléfono y después fui al lavabo más cercano y tomé heroína.
Después de este encuentro con Georg, pensé más y más sobre las consecuencias de mis actos si en verdad había un Dios. Estaba tan profundamente metida en mi mundo de drogas que pasó algun tiempo antes de que Georg y yo volvieramos a encontrarnos. Entre tanto, Georg puso en mi buzon el libro “La Cruz y el Puñal”. Cuenta la historia de un hombre que vivió con bandas (gangs) en Nueva York y vio cómo miembros de estas pandillas adictos a la heroína, eran liberados de su adicción después de recibir al Espiritu Santo de Dios. Esto me ocupó tanto tiempo que no pude dormir en toda la noche. No podía entender por qué nadie lo sabía, ya que es evidencia clara de que Dios existe. Al día siguiente, mientras caminaba a mi trabajo, de repente empecé a llorar y de alguna manera supe que Dios estaba allí y reconocí todas las cosas completamente contrarias a Él que había hecho en mi pasado.
Un día, eventualmente, encontré a Georg. Mientras íbamos en el coche conduciendo él pidio permiso para hacerme una pregunta muy personal. Como dije “sí”, me preguntó si había tenido un aborto alguna vez. Le pregunté cómo se le había ocurrido y él simplemente contestó que le había venido al pensamiento mientras oraba. ¡Me sentí vencida! Ésa había sido la verdadera razón por la cual no había podido ser liberada en todos esos años. De alguna manera supe que esto venía de Dios y que estaba tocando mis puntos más dolorosos para mostrar que Él no me había abandonado. Esa tarde visitamos a un matrimonio muy amable que eran amigos de Georg y me contaron cómo ellos habían llegado a Dios. En su relato siempre usaron el término “relación con Dios” y yo me preguntaba cómo era posible tener una relación con Él: eso no era algo que me habían enseñado durante los años en que asistí a la Iglesia. Poco tiempo después fui con ellos a una reunión de la Asamblea y me di cuenta de que esas personas poseían algo que yo definitivamente no tenía pero que deseaba tener.
Georg me explicó que cada ser humano tiene un deseo natural de estar con Dios, pero que la mayoría trata de suplirlo con cosas como el trabajo, dinero, drogas, etc. Me dijo que sólo Dios podía realmente calmar ese anhelo. A partir de ese día empecé a leer la Biblia de vez en cuando, pero como no entendía casi nada Georg me explicaba el significado de algunas Escrituras por teléfono. Me sentía muy impresionada por algunos de esos Evangelios que decían que de nuestro cuerpo fluirán fuentes de agua viva y que no volveremos a estar sedientos si nos volvemos a Dios; JUAN 4:10,13,14 “Respondió Jesús y díjole: Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua viva... Respondió Jesús y díjole: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá á tener sed; Mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” Esto me conmovió profundamente porque sabía que era esa sed la que volvía una y otra vez. Un dia recé a Dios y dije que Le entregaba mi vida si la quería y poco después decidí ser bautizada.
Hasta entonces aún estaba totalmente enganchada a la heroína. Cuando me despertaba por la noche, mi cuerpo me dolía debido al síndrome de abstinencia. Inmediatamente tenía que tomar algo para poder volver a dormirme. Georg estaba absolutamente convencido de que Dios me sanaría en un instante de mi adicción a la heroína y me dio varios ejemplos de personas que habían tenido la misma experiencia. Mi fé no era exactamente grande. Pensé que a lo mejor les había funcionado a otros, pero no estaba segura de que Dios pudiera hacer lo mismo por mí debido a la gran cantidad de heroína que habia consumido. Después de tomar heroína por última vez a la 1 p.m., fuimos a rezar juntos y yo recibiría al Espíritu Santo con evidencia de hablar en lenguas. Yo misma me asombré cuando de repente, silabas desconocidas fluyeron de mi boca. Estaba abrumada. Después fuimos a un lago y fui bautizada por inmersión. Más tarde, decidimos ir a mi vivienda para deshacernos de todas las drogas que había almacenado allí. Estando en casa pensé que sería placentero fumar un último cigarrillo, pero cuando lo encendí e inhalé el humo, de repente todo este procedimiento me resultó extraño y, a pesar de que normalemente fumaba tres paquetes de cigarrillos al día, no he vuelto a tocar otro pitillo desde esa experiencia y sin ningún esfuerzo. Ahora era el turno de las drogas. Temblando ligeramente, tiré al inodoro toda la heroína que tenía. Hasta entonces, esas drogas eran mi razón de vivir, mi único gozo en la vida pero Dios hizo posible que yo pudiera tirarlas todas.
Durante los primeros días después del bautismo, me quedé con personas de la Asamblea y aunque al principio no estaba convencida de que iba a funcionar, descubrí que no tenía “mono”. Me sentí un poco débil pero eso no era nada comparado con los síntomas que me producía no tomar heroína aunque sólo fueran unas pocas horas.
Dios había eliminado completamente mi adicción física. No sólo eso: mi sujeción mental a la droga había desaparecido también. Noté que todo era diferente. Sabía que Dios estaba conmigo. En ese momento una de las Sagradas Escrituras me vino a la memoria: 2 CORINTIOS 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” y sabía que era exactamente así. Los recuerdos de mi antigua vida todavía estaban presentes, pero de algun modo sabía que aunque solo habían pasado unos dias, todo eso pertencía al pasado.
Hace ahora cuatro años desde que tomé la decisión de volver al Señor y puedo decir que mi vida ha sido bendecida por Él. Una de las primeras cosas que hice después de mi conversión fue tener una conversación honesta con mis padres y por primera vez en años contesté a sus preguntas sin mentirles. Aunque ellos se mostraron escépticos al principio, Dios cicatrizó las viejas heridas y ahora son muy felices al ver que mi vida ha cambiado tan drásticamente.
Hace dos años que Georg y yo nos casamos y estamos planeando irnos a Australia por algún tiempo como misioneros, lo que es realmente emocionante. También tenemos una hija pequeña y estoy verdaderamente agradecida al Señor que me dio una familia y una vida nueva.
Retrospectivamente, puedo decir que Dios hizo por mí lo que les había sido imposible lograr a doctores y trabajadores sociales. Sin embargo, aparte del hecho de que Dios me liberó completamente de mi adicción a la heroína, el mayor regalo y el más especial es que Él perdonó mis pecados y que por medio del sacrificio de Jesús, por Su muerte en la cruz y Su resurrección, Él me dio la vida eterna y salvó mi alma de una eternidad en el infierno.
MARCOS 8:36: “Porque ¿qué aprovechara al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”
ROMANOS 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dadiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
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